Quizás por una cuestión cultural o de tolerancia religiosa, en Tailandia la línea que va del hombre a la mujer no siempre es recta ni definida. Sinuosa y con giros desconocidos, a veces queda a mitad de camino.
Esta ambigüedad, que a los occidentales asombra e interpela, no parece sorprender a los tailandeses cuando son interrogados y responden generalmente, con su sempiterna sonrisa como si nada hubiese de particular en ello.
Tal vez una de las claves se encuentre en el budismo que practican y en su tolerancia con los homosexuales y transexuales pero, además, su propia contextura física de caderas estrechas, manos pequeñas y ausencia de vello, les proporciona una apariencia femenina que favorece la transición y permite que muchos terminen trabajando en Bangkok en uno de los numerosos cabarets que presentan shows de transexuales como el Calypso y el Mambo.
Hace un par de años fue noticia el Colegio de Enseñanza Secundaria Kampang, en el noroeste de Tailandia, por ser el primer colegio que instaló un tercer lavabo, además del femenino y el masculino. Las instalaciones para los alumnos transgéneros, se identificaban con un logo con una figura mitad hombre y mitad mujer aludiendo a los niños de 12 años que se acicalaban soñando ser mujer algún día.
El lenguaje tailandés tiene incluso un término que los identifica: katoeys, y algunas familias creen que tener un katoey entre sus miembros les trae buena suerte.
La tolerancia de Tailandia con respecto al transgénero es conocida mundialmente y permite las operaciones de cambio de sexo cosa que también motiva un movimiento turístico particular.
Bangkok ofrece múltiples y exóticos atractivos turísticos, uno de ellos son esas bailarinas de cabaret con largas piernas, cinturas estrechas y sedosas cabelleras debajo de las cuales es posible adivinar un rostro masculino.
Foto: Igoo
Foto: Ocho Leguas