Más que una ciudad, es un completo centro de vacaciones al final de los desiertos del Negev y del Sinaí y al borde del mar Rojo. Vive del turismo, como puerto franco y centro turístico que es, el gobierno lo promociona de la mejor forma posible: aquí no se carga IVA, y los precios son inferiores a lo que cabría esperar en un lugar playero de moda, lo negativo son los hurtos, más frecuentes que en el resto del país.
En verano, el calor pica más de la cuenta, por encima de los 40 grados; en invierno, casi nunca baja de 18. Elat está partida en dos por el aeropuerto, literalmente en medio de la ciudad. Puede uno bañarse y bucear en las playas céntricas del norte, plagadas de hoteles lujosos y con un parque acuático, y la de Saint Tropez con menos gente. Pero, sin lugar a dudas, el sitio más importante es Coral Beach, distante unos kilómetros.
Aparte de tostarse de lo lindo, los visitantes suelen ir a ver, e incluso, a jugar al minigolf Tierra Prometida. Cada hoyo escenifica un lugar de Israel en miniatura. Otra atracción miniaturizada es el tren que da un paseo por la laguna interior. El Israel Palace Doll Museum también recrea escenas bíblicas y de la historia de este país.
Ningún turista deja de pasar sus buenos ratos observando la Reserva de Coral, con formas y colores refrescantes. Si no quiere mojarse, el mundialmente famoso Observatorio Submarino hará que se sienta como en la ciudad sumergida. Le asombrarán los tonos multicolores de los peces del mar Rojo, y si tiene suerte conseguirá ver pequeños tiburones.